(Santiago de Chile, 1785 - Mendoza, Argentina, 1821) Militar y político
chileno, figura destacada en el proceso de independencia del país.
Perteneciente a una familia de alta posición social, su padre, Ignacio
de la Carrera Cuevas, le hizo estudiar en el Colegio de San Carlos, en
Santiago. Luego fue enviado a proseguir estudios a Lima y posteriormente
a España. Se radicó en Cádiz, desde 1806 hasta 1808, época en la que
conoció a José de San Martín.
Al producirse la invasión napoleónica, ingresó en el ejército español en
septiembre de 1808, y en abril de 1809 obtuvo el grado de capitán.
Combatió en diversas batallas y fue herido en una ocasión. Fue convocado
de nuevo en 1811 al servicio activo con el grado de sargento mayor.
Pidió permiso para regresar a Chile, pero fue enviado a prisión por
considerarse que pretendería incorporarse a los "sediciosos" de la Junta
de Chile.
Nieto de un oidor de la Real Audiencia -Juan Verdugo Castillo- hijo de un vocal de la primera Junta Nacional de Gobierno -Ignacio de la Carrera Cuevas- y vinculado con las familias más aristócráticas de Santiago,
su vida conjuga el poder y la riqueza junto con un prestigio
constantemente amenazado por sus osados actos polìticos. Fue justamente
su carácter individualista y trasgresor, el que muchas veces lo hizo
caminar al margen de las normas políticas y enfrentarse con otros
líderes patriotas, especialmente con O'Higgins.
Empeñado en liberar a Chile de la dominación española, viajó a
Estados Unidos buscando apoyo y consiguiendo aportes económicos para la
realización de su plan estratégico. Su espíritu progresista lo llevó a
ser uno de los pocos criollos abiertamente independentista, en una época
en la cual la mayoría de los habitantes de Chile aún permanecían fieles
al rey del España, y a decretar -una vez en el poder- la manumisión de
los esclavos negros. A su iniciativa se debió también la proclamación
del primer Reglamento Constitucional chileno del año 1812.
Su vida estuvo llena de peripecias y tal vez por ello, escribió tempranamente su testamento. Acusado por sus contemporáneos
de tirano e irreligioso, fue depuesto del mando del ejército tanto por
las sucesivas derrotas sufridas frente a los realistas como por su
obstinado afán de poder.
La historiografía posterior, en general, ha juzgado a José Miguel Carrera duramente, al igual que sus contemporáneos. El diario militar,
que presenta su perspectiva frente a las batallas libradas, muestra
también sus afanes y motivaciones, y permite comprender mejor su figura
humana e histórica. Asimismo, otros documentos como las proclamas, con que arengaba a los ciudadanos, los manifiestos a través de los cuales se defendió de las acusaciones de rivales como O’Higgins y la libreta,
que llevaba consigo durante sus últimos días, son valiosas fuentes para
la comprensión del carismático y personalista caudillo.
Al enterarse de la noticia de que fuerzas
peruanas enviadas por el virrey del Perú, Fernando de Abascal, habían
invadido Chile, José Miguel Carrera abandonó la vida política y asumió
el mando del ejército como comandante en jefe. Sin embargo, como no tuvo
éxito en las contiendas, especialmente por el fracaso sufrido en el
sitio de Chillán (en agosto de 1813), fue reemplazado por Bernardo
O'Higgins. Luego de entregar el mando a O'Higgins en Concepción, marchó
hacia Santiago, pero en el camino fue tomado prisionero por los
realistas y conducido a Chillán en compañía de su hermano Luis (3 de
marzo de 1814).
Entretanto, el director supremo de ese entonces,
Francisco de la Lastra, negoció con los realistas el tratado de Lircay
(3 de mayo de 1814), una tregua donde los chilenos reconocían como
soberano a Fernando VII y los españoles al gobierno existente en ese
momento en nuestro país. Además, s e especificaba que los prisioneros de
guerra serían liberados. Pero esta medida no se aplicó a los hermanos
Carrera, porque dentro del tratado se incluyó una cláusula secreta que
establecía que estos hombres serían entregados al gobierno y luego
deportados, debido a que su libertad implicaba inestabilidad política.
Ante
tal hecho, José Miguel y Luis lograron escapar desde su reclusión en
Chillán con la ayuda de jefes militares de esa ciudad. Al llegar a
Santiago, José Miguel no aceptó los acuerdos del tratado de Lircay y
nuevamente dio un golpe de Estado (23 de julio de 1814), destituyendo el
gobierno encabezado por De la Lastra.
La toma del poder de
Carrera no fue aceptada por O'Higgins, por lo que junto a sus tropas
marcharon hacia Santiago, siendo derrotados en el combate de las Tres
Acequias (26 de agosto de 1814) por los soldados al mando de Luis
Carrera.
Luego de esto, O'Higgins se enteró de la noticia de que
el virrey del Perú había enviado a Chile una nueva expedición, a cargo
de Mariano Osorio. Esto obligó a o'higginistas y carreristas a detener
sus peleas para unirse en la defensa de la revolución.
Sin
embargo, las fuerzas patriotas sucumbieron ante los realistas en el
desastre de Rancagua (octubre de 1814), debiendo José Miguel Carrera
(así como muchos patriotas) emigrar a Mendoza.
Carrera, tras las presiones del gobierno
argentino debió abandonar la ciudad de Montevideo. A su regreso a Buenos
Aires, tomó parte en la lucha entre los unitarios y federalistas,
apoyando a estos últimos, que lograron la victoria en la batalla de la
Cañada de Cepeda (febrero de 1820). Sin embargo, los federalistas no lo
ayudaron, como le habían prometido, para poder regresar a Chile, por
ello, decidió internarse en las pampas, junto a soldados chilenos, con
la esperanza de cruzar la cordillera y llegar a Chile, pero se
encontraron con las tropas del coronel José Albino Gutiérrez en Punta
del Médano. Fue apresado y condenado a muerte y su fusilamiento se
produjo el 4 de septiembre de 1821 en Mendoza.
Fuente: Memoria Chilena, Biografías y Vidas, EducarChile.
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