Con el objetivo de apoyar la reflexión personal y comunitaria damos a conocer algunos párrafos de la primera Encíclica Lumen Fidei (Luz de la Fe), escrita por el Santo Padre, el Papa Francisco.
El Papa Francisco presenta de manera sencilla como la Fe puede envolver nuestro día a día y como gracias a ella cobran nuevo sentido la familia, nuestro planeta, la política y el bien común, el sufrimiento y la muerte.
Fe, amor y verdad: Lumen Fideisubraya el vínculo entre fe y amor, entendido no como "un sentimiento que va y viene", sino como el gran amor de Dios que nos transforma interiormente y nos da nuevos ojos para ver la realidad. La fe está ligada a la verdad y al amor, porque sólo el verdadero amor resiste la prueba del tiempo y se convierte en fuente de conocimiento. La verdad que nos abre la fe es una verdad centrada en el
encuentro con Cristo encarnado, que, viniendo a nosotros, nos ha tocado y nos ha dado su gracia, transformando nuestros corazones.
Fe y bien común: El Papa explica la relación entre la fe y el bien común, dado que la fe, que nace del amor de Dios, hace fuertes los lazos entre los hombres y se pone al servicio concreto de la justicia, el derecho y la paz. Es por esto que no nos aleja del mundo y no es ajena al compromiso concreto. La fe, en cambio, capta el fundamento último de las relaciones humanas, su destino definitivo en Dios, y las pone al servicio del bien
común. La fe "es un bien para todos, un bien común", no sirve únicamente para construir el más allá, sino que ayuda a edificar nuestras sociedades, para que avancen hacia el futuro con esperanza.
común. La fe "es un bien para todos, un bien común", no sirve únicamente para construir el más allá, sino que ayuda a edificar nuestras sociedades, para que avancen hacia el futuro con esperanza.
Fe y Evangelización: quien se ha abierto al amor de Dios, no puede retener este regalo para sí mismo, escribe el Papa: La luz de Jesús resplandece sobre el rostro de los cristianos y así se difunde, se transmite bajo la forma del contacto, como una llama que se enciende de la otra, y pasa de generación en generación, a través de la cadena ininterrumpida de testigos de la fe. "Quien cree nunca está solo": porque descubre que los espacios de su "yo" se amplían y generan nuevas relaciones que enriquecen la vida.
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