Practicar cualquier tipo de deporte, además de ayudarnos a
cuidar nuestra salud y a mantenernos en forma, nos aporta también grandes beneficios
a nivel mental, sobre todo porque nos ayuda a mantener a raya el estrés. Sin embargo, entre las distintas actividades
físicas que podemos realizar, algunas nos aportan un mayor bienestar
psicológico que otras, como es el caso de la natación, no sólo por el
ejercicio en sí, sino porque si lo practicamos en un agua tibia, los efectos
relajantes de la actividad que realizamos aumentan, además de otros beneficios
psicológicos que nos aporta este deporte:
En primer lugar, nos ayuda regular
nuestro nivel de estrés, tanto por la realización de la actividad física como
por el hecho de que al practicarlo debemos respirar de una forma controlada y
relajada, lo que inmediatamente ayuda a relajar todo nuestro sistema nervioso,
como cuando realizamos algún tipo de ejercicio respiratorio de relajación.
Esta rebaja del nivel de ansiedad puede aumentar si
convertimos la práctica de la natación en unejercicio de meditación durante
algunos minutos. Para ello, nadaremos de forma suave y relajada, casi flotando,
sin ejercer ninguna tensión sobre nuestros músculos, mientras nos concentramos
en nuestra respiración o en el ritmo de los latidos de nuestro corazón. Esta
pequeña meditación, además de equilibrar nuestro estado de ánimo, nos ayuda
también a aumentar la confianza en nosotros mismos, especialmente en lo que se
refiere a la toma de decisiones. Es, además, una actividad que realizamos en
compañía de otras personas, convirtiéndose en una actividad social que ayudará
a disminuir nuestra timidez y a facilitar nuestra interacción con los otros,
especialmente si nos integramos en una clase o grupo de entrenamiento.
Una de las ventajas más importantes de este deporte es su
repercusión sobre nuestra salud cardiovascular. Al ser uno de tantos
ejercicios aeróbicos, reduce la presión sanguínea y el riesgo de padecer un
ataque cardíaco. Además ayuda a nuestros huesos al actuar a modo de
deporte-masaje, con un levísimo riesgo de lesión y, como contrapartida, un
beneficio directo para nuestras articulaciones. Además la natación permite
fortalecer nuestros músculos.
Practicando los diversos estilos de natación (sea
crol, espalda, pecho, mariposa, pecho invertido, etc.) podemos desarrollar
nuestros músculos y a la vez ganar flexibilidad, estimulando el estiramiento de
los músculos dándonos la apariencia de estar más tonificados y más fuertes.
En la actualidad, además de la natación, cada vez se
practica más la hidrogimnasia, es decir, los ejercicios en el agua. Ésta se
puede realizar con aparatos que ofrecen resistencia o sin ellos.
La actividad la pueden efectuar todos los individuos,
independientes de su edad. Sin embargo, es sumamente recomendable para el
adulto mayor, ya que como en el agua cuesta menos movilizarse, no hay impacto
y, por esto, hay un menor riesgo de sufrir lesiones y de que se favorezca el
avance de la artrosis. También es recomendable para patologías del área
traumatológica, reumatológica y neurológica, entre otras. Esta modalidad está a
cargo de kinesiólogos y se realiza en clases grupales o individuales según la
enfermedad y las necesidades de cada paciente. Para ello, la temperatura del
agua debiera estar entre los 31 y 36 C.
Lo ideal es que se parta en la niñez, para que los pequeños
le pierdan el miedo al agua y comiencen a nadar, primero como juego, y luego
como un ejercicio continuo y con entrenamiento.
Ahora bien, cabe destacar que es distinto ejecutarla en la
piscina que en el mar. Mientras que en la primera hay una menor concentración
salina y, por esto, una menor flotabilidad, en la segunda hay más olas y es más
fría, lo que dificulta su práctica.
Fuente: Clínica Alemana, Psicoblog, VivirSalud.
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