viernes, 3 de septiembre de 2010

Bicentenario: Mitos y Leyendas de Valparaíso; El Cristo de la Matriz

En 1630, el rey Felipe II de España, donó a la Catedral de Santiago un hermoso Cristo Crucificado y Moribundo” tallado en madera por un reputado escultor japonés. La singular obra fue donada a manera de desagravio por la profanación de que fuera objeto la entonces Capilla La Matriz, ubicada al pie del Cerro Santo Domingo, por el pirata inglés Sir Francis Drake. El célebre pirata, en vista de la pobreza del botín obtenido en el puerto, apenas 60.000 duros, decidió apoderarse de las vinajeras, un crucifijo y el cáliz de oro, zarpando luego en su carabela de cien toneladas “El Pelícano”. El Rey Felipe II no precisando el lugar exacto de la profanación, donó el crucifijo a la Catedral de Santiago. La inmensa escultura, arribó a Valparaíso embalada en un gran cajón que permaneció por largo tiempo en el Puerto. Cuando se le quiso trasladar a Santiago, su lugar de destino, la yunta de bueyes que arrastraba la carreta con el descomunal cajón, se detuvo frente a la Capilla de La Matriz y no pudo continuar viaje. El camino que había seguido comenzaba en la Quebrada de Márquez y debería seguir hacia el Cerro Carretas, en dirección a la Capital, pero todos los intentos por zafar la carreta fueron inútiles. El embalaje pesaba tanto que, lentamente las ruedas del vehículo fueron hundiéndose cada vez más en el barro. Era invierno y la lluvia arreciaba reblandeciendo los caminos... Se decidió agregar nuevas yuntas de bueyes hasta llegar al número de ocho, pero todo fue inútil, la carreta permaneció empantanada justo frente a al capillita de techo pajizo. Se acordó entonces, bajar el cajón y dejarlo en la Capilla. Apenas éste fue descargando, la carreta zafó. Los cargadores volvieron a colocar el cajón en la carreta, pero cuando estuvo encima nuevamente las ruedas volvieron a empantanarse. Algunos pobladores, que observaban la extraña operación, propusieron abrir el embalaje y cerciorarse acerca de su contenido. Cuando el cajón comenzó a abrirse, cesó la lluvia torrencial y el viento huracanado que había impedido el traslado, apareciendo la sagrada imagen del “Cristo crucificado y moribundo”. Muchos feligreses pensaron que el suceso no era otra cosa que un verdadero milagro y se estimó que la imagen debía quedar para siempre en la Capilla porque ese era el deseo expreso de Dios. Desde entonces la bella escultura del CRISTO DE LA AGONIA quedó en Valparaíso. La imagen es una pieza bellísima y tiene la especial característica de presentar su barbilla reclinada muy cerca del pecho, los ojos apagados por la muerte, las llagas abiertas y la sangre recientemente coagulada. Desde aquel tiempo la sagrada imagen es venerada y es mucha la gente que asegura que, año a año, el Cristo inclina la cabeza más y más. La tradición asegura que, un día, el crucificado inclinará tanto la cerviz que terminará por quebrársele, ese día se acabará el mundo.




Fuente: Municipalidad de Valparaíso


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