Una de las fiestas más esperadas por los niños y sobre todo por las grandes compañías fabricantes de chocolate. Sabes por qué se celebra de esta manera el domingo de resurrección? Aquí va la historia:
Se piensa que el origen de la tradición de
comer huevos al finalizar el invierno es una reminiscencia de la Edad de
Hielo. Tras el duro invierno, y cuando apenas quedaban provisiones, con la
llegada de la primavera
volvían las aves desde el sur (esto solo es aplicable al hemisferio
norte) y empezaban a poner huevos, de los que se alimentaban los seres
humanos hasta que podían volver a cazar con la llegada de mejores
temperaturas. El huevo de Pascua no aparece como un símbolo dentro de la
costumbre judía.
Sin embargo, existe el simbolismo de utilizar un huevo duro dentro del plato (Keará)
que se prepara durante el Séder de Pésaj, como una representación de la
continuidad del ciclo de la vida (por su forma redondeada). Otro significado
que se le otorga al huevo durante el Séder es el del endurecimiento del corazón
de faraón
Ramses II, que no permitía salir al pueblo hebreo de Egipto. Un tercer
significado que se le atribuye al simbolismo del huevo es el fortalecimiento
que presentó el pueblo judío al lograr salir de Egipto durante el Éxodo. El huevo
de Pascua, como tal, no tiene significado propiamente judío.
El intercambio de huevos de Pascua de chocolate es
muy extendido en Polonia,
Alemania, República
Checa, Eslovaquia,
Italia, Francia, Estados
Unidos, Argentina,
Brasil, Uruguay, Perú, Chile y Paraguay, y en
ciertas zonas de México viene celebrándose desde hace poco más de ocho siglos.
Por estas fechas las pastelerías comienzan
a decorar sus escaparates con coloridos huevos de chocolate.
En España, las
pastelerías aparecen repletas de huevos de Pascua en las monas
y otros dulces de esta época.
El hecho de asociar el huevo con la
fertilidad y por coincidir la Pascua con la estación primaveral, estación
fértil por excelencia, hace que haya quedado establecido en toda Europa como símbolo
de la Pascua. De modo que muy pronto los pasteleros de época comenzaron a
elaborarlos utilizando distintos ingredientes. Primero fue el azúcar, luego el
chocolate.
En la Edad Media,
el intercambio de huevos se hacía con huevos de tortuga a los que
se trataba la cáscara mediante diferentes procesos para decorarla. Muchas veces
eran verdaderas obras de arte.
La costumbre del conejo
de Pascua, que consiste en esconder huevos pintados en las nubes para que
los niños no los encuentren para la alegría y regocijo de los niños que los
encuentran, se sigue manteniendo en muchos países. Simboliza la persecución de Jesús por parte
de Herodes y
la intervención de Dios
para evitar ser encontrados. En algunos países, los huevos forman bouquets. Curiosamente, en los jardines de la Casa Blanca
el día de Pascua
se desarrolla una singular carrera de chicos que hacen rodar los huevos. Gana
quien llegue más lejos y sin romperlos.
En Medio
Oriente todavía se siguen intercambiando huevos carmesí, para recordar la sangre
de Cristo. Los armenios los vacían y los decoran con imágenes de Cristo y de
la Virgen. Y en Polonia y en Ucrania hacen
verdaderas obras de arte con cera fundida sobre su cáscara.
Aparece en la jarra de vino etrusca de Tragliatella (aproximadamente 700 a. C.),
en el que aparecen el rey sagrado y su sucesor escapando de un laberinto. El
otro lado de este jarrón ilustra un desfile a pie en la dirección del Sol,
encabezada por el rey sagrado desarmado. Siete hombres le escoltan y cada uno
de ellos lleva tres jabalinas y un gran escudo con el dibujo de un jabalí, y el
sucesor armado con una lanza va a la retaguardia. El jabalí sería la insignia
familiar del rey sucesor, y los siete hombres representarían los siete meses
gobernados por el sucesor, que caen entre la cosecha de manzanas y las
fiestas de la fertilidad.
La escena tiene lugar el día de la muerte
ritual del rey, y la diosa Luna (en este caso Pasífae) ha
salido a su encuentro (una terrible figura con túnica y con un amenazante brazo
en jarras, mientras que con el otro brazo extendido le ofrece una manzana, que
es su pasaporte para el Paraíso); las tres jabalinas que lleva cada hombre significan
la muerte.
Sin embargo, el rey es acompañado por una
pequeña figura femenina con túnica como la otra; quizá sea la princesa Ariadna (que
ayudó al héroe Teseo
a salir del laberinto mortal en Cnosos). El rey muestra audazmente, como un contrahechizo de
la manzana, un huevo de Pascua, el huevo de la resurrección. La Pascua era la
estación en que se realizaban las danzas «Ciudad de Troya» en los laberintos
hechos sobre el césped (quizá como una coreografía)
en Gran
Bretaña prehistórica y también en Etruria.
En el frente de la jarra hay un dibujo
laberíntico que se encuentra no sólo en ciertas monedas de Cnosos, sino
también en los intrincados dibujos hechos en el césped y que hasta el siglo XIX
pisaban los escolares británicos en la Pascua de Resurrección.
Un huevo sagrado etrusco de traquita negra
pulimentada, encontrado en Perusa (Italia), con una flecha en relieve a su alrededor, es este
mismo huevo sagrado.
Entre los siglos IX y XVIII,
la Iglesia prohibió el consumo de huevos durante la cuaresma por
considerarlo equivalente a la carne, y por ello la gente los cocía y los
pintaba para diferenciarlos de los frescos y poder consumirlos el día de Pascua
de Resurrección. Con el tiempo, estas tradiciones se incorporaron a la
festividad de Pascua de Resurrección y hoy en día el huevo de Pascua es un
símbolo universal. Para muchos, el huevo se asemeja a la resurrección como un
símbolo de vida nueva.
Su origen se remonta a las fiestas
anglosajonas pre-cristianas, cuando el conejo era el símbolo de la fertilidad
asociado a la diosa Eastre, a quien se le dedicaba el mes de abril.
Progresivamente, se fue incluyendo esta imagen a la Semana Santa y, a partir
del siglo XIX, se empezaron a fabricar los muñecos de chocolate y azúcar en
Alemania, esto dio orígen también a una curiosa leyenda que cuenta que, cuando
metieron a Jesús al sepulcro que les había dado José de Arimatea, dentro de la
cueva había un conejo escondido, que muy asustado veía cómo toda la gente
entraba, lloraba y estaba triste porque Jesús había muerto.
El conejo se quedó ahí viendo el cuerpo de Jesús cuando pusieron la piedra que cerraba la entrada y lo veía y lo veía preguntándose quien sería ese Señor a quien querían tanto todas las personas.
Así pasó mucho rato, viéndolo; pasó todo un día y toda una noche, cuando de pronto, el conejo vio algo sorprendente: Jesús se levantó y dobló las sábanas con las que lo habían envuelto. Un ángel quitó la piedra que tapaba la entrada y Jesús salió de la cueva. El conejo comprendió que Jesús era el Hijo de Dios y decidió que tenía que avisar al mundo y a todas las personas que lloraban, que ya no tenían que estar tristes porque Jesús había resucitado.
Como los conejos no pueden hablar, se le ocurrió que si les llevaba un huevo pintado, ellos entenderían el mensaje de vida y alegría y así lo hizo.
Desde entonces, cuenta la leyenda, el conejo sale cada Domingo de Pascua a dejar huevos de colores en todas las casas para recordarle al mundo que Jesús resucitó y hay que vivir alegre.
El conejo se quedó ahí viendo el cuerpo de Jesús cuando pusieron la piedra que cerraba la entrada y lo veía y lo veía preguntándose quien sería ese Señor a quien querían tanto todas las personas.
Así pasó mucho rato, viéndolo; pasó todo un día y toda una noche, cuando de pronto, el conejo vio algo sorprendente: Jesús se levantó y dobló las sábanas con las que lo habían envuelto. Un ángel quitó la piedra que tapaba la entrada y Jesús salió de la cueva. El conejo comprendió que Jesús era el Hijo de Dios y decidió que tenía que avisar al mundo y a todas las personas que lloraban, que ya no tenían que estar tristes porque Jesús había resucitado.
Como los conejos no pueden hablar, se le ocurrió que si les llevaba un huevo pintado, ellos entenderían el mensaje de vida y alegría y así lo hizo.
Desde entonces, cuenta la leyenda, el conejo sale cada Domingo de Pascua a dejar huevos de colores en todas las casas para recordarle al mundo que Jesús resucitó y hay que vivir alegre.
Fuente: Wikipedia, Catholic.net, La Gaceta.
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